Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

¿Cuánto sueño necesitamos para tener un sueño reparador?

Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

Nos encanta esa sensación matutina que nos hace decir: “Hoy me levanté sintiéndome nuevo”. Pero no es lo habitual. Entre otras cosas, porque en nuestro día a día hay tantas cosas que nos preocupan que, a veces, cuando llega la hora de ir a dormir, por muy cansados ​​que estemos no somos capaces de pegar ojo.

Contamos ovejas, hacemos ejercicios de respiración e intentamos poner a prueba algún consejo que nos ayude a conciliar el sueño. Y, de esta forma, despertarnos con ganas de conquistar el mundo o, al menos, de estar lo más descansados ​​posible para nuestros quehaceres diarios. Salimos en busca del ansiado sueño reparador. Y describirlo así, como “sueño reparador”, no es sólo una metáfora.

Si hacemos cuentas, vemos fácilmente que un tercio de nuestra vida la pasamos durmiendo. Será por algo cuando el cuerpo lo pida. Con sensaciones y avisos, tarde o temprano llega el momento en que se activan las señales para que descansemos.

Dormimos para reparar el ADN de las neuronas

El origen más íntimo de las señales que inducen al sueño se encuentra en nuestras células. Estas señales se activan de forma precisa para reparar los daños que se producen en el interior, de forma natural, durante la actividad diaria.

Los mecanismos moleculares que nos llevan a dormir han sido desenmascarados en un estudio muy reciente en modelos animales, ya que el sueño es fundamental en todos los organismos con sistema nervioso. Y se ha demostrado que el objetivo final del sueño es reparar el daño que se acumula en el ADN mientras estamos despiertos. Sí, tal como suena.

Cuando estamos despiertos, la presión homeostática que induce el sueño, es decir, la fatiga, se acumula en el cuerpo. Acumulamos cansancio cuando estamos activos y nos vaciamos cuando dormimos. Y llegamos a un mínimo de cansancio después de una noche completa de buen sueño.

La principal causa del aumento de la presión homeostática es la acumulación de daño en el ADN de las neuronas. Durante el funcionamiento normal de todas nuestras células se producen reacciones cuyos productos pueden dañar el ADN y, por tanto, los genes que nos hacen quienes somos.

Todas las células tienen mecanismos moleculares para combatir el daño, de día y de noche. Pero las neuronas son más susceptibles a la acumulación de daño cuando estamos despiertos, alcanzando niveles peligrosos que no podemos permitirnos. La ciencia ha revelado que el sueño recluta sistemas de reparación del ADN, que lo reparan con tanta eficacia que nos despertamos sintiéndonos nuevos, nunca mejor dicho. Utilizando, entonces, la metáfora “un sueño reparador” adquiere todo su significado.

PARP1 nos manda a dormir

Una de las primeras moléculas en responder y activar los mecanismos que inducen el sueño es la proteína PARP1. Su misión es de vital importancia: se encarga de marcar los sitios de ADN que han sido dañados y reclutar los sistemas adecuados para repararlos.

Un resultado interesante fue ver que, si se impide que PARP1 actúe, la sensación de sueño desaparece. Pero esta inhibición también hace que los sistemas de reparación de mutaciones del ADN no se activen, algo que ya sabrás que no es nada bueno.

¿Cuántas horas de sueño son necesarias?

Para intentar averiguar si existe un número mínimo de horas de sueño que conduzcan al sueño reparador deseado, el estudio utilizó el pez cebra, un modelo animal comúnmente utilizado en estudios cerebrales y con un sueño similar al de los humanos.

Pues bien, tras analizar la relación entre las horas de sueño y la reparación del ADN, se concluyó que seis horas de sueño por noche suelen ser suficientes para reducir adecuadamente el daño a nuestro ADN.

¿Si salimos de la fiesta?

Entre los muchos y muy diferentes mecanismos neuronales que regulan los ciclos de vigilia y sueño también se encuentra la motivación.

La motivación, sin duda, hace que sea más probable que nos mantengamos despiertos o que nos apartemos del camino y nos vayamos a dormir si la situación lo requiere. Cuando estamos motivados podemos mantener un buen rendimiento físico y mental, por ejemplo escribiendo un artículo interesante, leyendo un buen libro o bailando en una fiesta divertida. Y todo ello mucho más allá de nuestros horarios habituales y obviando la presión homeostática.

En la naturaleza, el establecimiento de relaciones con otros congéneres, las oportunidades de apareamiento y la presencia de depredadores claramente generan respuestas motivacionales y modulan los estados de excitación. Hay animales que pueden permanecer despiertos o dormidos mucho más tiempo de lo normal, e incluso mantener sólo la mitad de su cerebro despierto, y sólo un ojo abierto.

Algo parecido ocurre en los humanos cuando dormimos en una cama que no es la nuestra durante un viaje. Esto es lo que se conoce como efecto primera noche. Por ello, es más que interesante conocer lo mejor posible los procesos que modulan la excitación y su relación con permanecer despierto o conciliar el sueño, ya que pueden derivar en situaciones complicadas, incluso conflictivas.

Por su significado y relación, finalicemos con el inicio del poema “El sueño” de Jorge Luis Borges:

Si el sueño fuera (como dicen) un
tregua, un puro descanso de la mente,
¿Por qué si te despiertan bruscamente?
¿Sientes que te han robado una fortuna?

Francisco José Esteban Ruiz, Catedrático de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

By Adrian Cruz

Te puede interesar