La sentencia antimonopolio FIFA-UEFA del TJUE ha permitido al florentinismo sociológico cantar un alirón que se irá enfriando progresivamente. Se ha visto la sentencia como una motosierra que podría servirle a Florentino para desguazar las estructuras del fútbol al modo que Milei ha empezado a hacer con el estado argentino, henchidos ambos del mismo fervor neoliberal. Pero la motosierra de Florentino no tiene pilas. La de Milei sí, porque le elevó ahí una mayoría de urnas entre el pueblo argentino.
Florentino reunió en un primer complot doce clubes, nueve de los cuales se descabalgaron antes de cuatro días; y el presidente de uno de los que no, Agnelli, de la Juve, fue luego cesado por la propiedad del club. De modo que quedaron Florentino y Laporta, y a este nuevo banderín de enganche sólo se ha sumado De Laurentis, o sea, el Nápoles. Los ingleses del Big Six han reiterado su renuncia, ni Alemania ni Francia quieren saber nada de esto. El mundo del fútbol se fía más de una UEFA que ha hecho sociedad al 50% con la ECA para explotar los derechos de televisión, que de ese castillo en el aire que propone Florentino con su menguada tropa. Madrid, Barça, Nápoles… Con el Recreativo de Huelva podrían hacer un bonito Trofeo Colombino.
Tampoco quiero despreciar el logro de Florentino. No vivimos tiempos de monopolios. Esto hará esmerarse a la UEFA y a la FIFA, y quizá cerrar rencillas entre ellas. No me olvido de que la FIFA azuzó este disparate para chinchar a su filial europea. Por otra parte, Florentino ha tenido el buen juicio de modificar la gorilada que presentó en el Chiringuito, liga cerrada con 12 fundadores y alguna que otra wild card cada año por cooptación. Ahora se nos propone un sistema de tres categorías, con ascensos y descensos. Ya las hay, Champions, Europa League y Conference League; la novedad, aparte de la denominación, que remite a las tarjetas de líneas aéreas (Star, Golden y Blue) es que modifica el desarrollo de las competiciones pero, sobre todo, que los campeonatos nacionales sólo darían acceso a la Blue.
Hoy coexisten con su importancia los campeonatos nacionales y los europeos. El modelo imaginado minoraría mucho el peso de los primeros y veríamos a los grandes clubes jugarlos con el carrito del pescado, como hacen ya en los primeros tramos de la Copa. Y seguirían quedando por encima, pues tendrían tanto dinero que sus suplentes estarían por encima de los titulares de casi todos sus competidores. El nuevo sistema no allegaría más dinero en conjunto. Sólo beneficiaría a los de la clase Star, eso buscan, pero a costa de que se empobrecieran las ligas nacionales.
Pero todo es una ensoñación. Sin los ingleses (y allí está en preparación una ley que previene cualquier tentación en ese sentido) esto no es posible. Pero es que tampoco están los alemanes ni los franceses. Sólo es algo imaginado por Florentino en su propósito de pisar sobre las huellas de Santiago Bernabéu. Este fichó a Di Stéfano, Rial, Kopa, Santamaría, Puskas y Didí, pues él fichó a Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham, Cristiano (bueno, se lo fichó Calderón), Benzema, Kaká… Bernabéu hizo una Ciudad Deportiva, él hizo otra. Bernabéu hizo el mejor estadio de la época, él está en ello. Bernabéu fue protagonista en la creación de la Copa de Europa, él quiere hacer lo propio.
Lo malo sería que en este caso estuviera jugando a aprendiz de brujo. Si cualquiera puede, y dado que su banderín de enganche, cuya financiación no conocemos salvo en su sorprendente idea de volver a la televisión gratis, cubierta por la publicidad, no se ha apuntado más que el Nápoles, alguien puede recogerlo. Por ejemplo, Arabia, que tiene el dinero por castigo. Ya hemos visto su desembarco en el golf. Arabia podría levantar la mano, poner en marcha ese molino y hasta, dado el caso, exigir que la liga Star se jugara en sus propios campos. Y eso ya no tendría ninguna gracia.
Por lo demás, todo esto se justifica en una supuesta crisis de la industria, humo que venden continuamente Florentino y Bernd Reichart, esa especie de muñeco de ventrílocuo que ha enviado a predicar por ahí, al que han puesto en evidencia entre Axel Torres y el Union Berlin. Yo veo saludables los campeonatos europeos y nacionales, veo afición, veo que los mercados creen en ello. Se inauguran estadios de nueva planta, (Athletic, Atlético…), se proyectan otros, el Madrid está reformando el suyo con un presupuesto que se ha triplicado y ha encontrado financiación para ello. Hasta el Barça, metido en un agujero suicida, encuentra palancas financieras para seguir adelante y hacer su propio nuevo estadio, para no ser menos.
Otra cosa es que les fastidie que cualquier Girona de la vida se les suba a las barbas. Pero esto es fútbol, papá, como diría Bordalás. Y ese es su encanto. O que se trate de que cada futbolista tenga, además de siete deportivos en el garaje de su inmenso chalet, un avión privado. Pero no está la huella de carbono para bromas…
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